jueves, 30 de agosto de 2012

Back to basics. Hasta luego Madrid

Algunos ya sabéis que no voy a estar en Madrid este año. Otros os enteraréis ahora, y otros os enteraréis al cabo de 6 meses y vendréis a tocarme las pelotas escandalizados. Os espero con la escopeta cargada, aviso.

 Ha sido un año difícil, con muchos problemas y muchos frentes abiertos sin estar yo mismo en buenas condiciones, que no he sabido manejar y me han llevado al colapso. Si queréis entrar en detalle un día nos tomamos un café y hablamos, pero ahora no es el momento. Sólo mencionar por ejemplo la incertidumbre económica, estar esperando hasta finales de febrero con el agua al cuello a ver si me concedían la beca o no, recibirla cuando el curso ya iba a la deriva, medidas del gobierno...

 La puntilla ha sido la subida de las tasas universitarias. Los créditos en 1ª, 2ª y 3ª matriculación han pasado de costar 17, 21 y 26 euros a tener que pagar 26, 47 y 89 euros respectivamente. En una carrera de ingeniería, o en cualquiera en la que hayas tenido un mal año por las causas que sea hacen que te tengas que hipotecar para pagar la matrícula de tu universidad pública mas cercana en Madrid.

 Los precios salieron publicados hace poco. No tengo el dinero para seguir estudiando en la complu, y aunque me lo pudieran prestar sería pagar una millonada por un curso que no lo vale, estudiar para volver a conseguir la beca y devolver ese préstamo, y mientras estar dos años asfixiado... No es una opción, y los traslados de expediente tenían que haber sido tramitados mínimo antes de julio. Así que me veo forzado a quedarme un año en casa, trabajando y ahorrando, y retomar los estudios el año que viene.

No os preocupéis por mí, voy a estar bien. De hecho estoy imparable. Parece que me voy a unir de manera indefinida a la aldea de irreductibles galos de Odeón Multicines, espero que me den un poco de su poción mágica. Tal y como están las cosas, tener un trabajo que te permita ir juntando algo de dinero ya es algo. No me voy a parar ahí, intentaré buscar algo por las mañanas, ya me he apuntado a la autoescuela para sacarme el carnet de conducir, sigo con mis métodos heterodoxos de aprendizaje de inglés y pienso certificarlo con un título oficial...

No voy a perder el año porque ya no pierdo ni una sola hora del día. Mi fuerza de voluntad es como un puto rayo láser y cada día que pasa estoy más cerca de mi objetivo. Siempre supe que en mi camino a la dominación del mundo tendría que partir de la mismísima mierda, al más puro estilo Julio César, así que podría decirse que todo esto de alguna manera forma parte de mi plan.

Me da mucha pena dejar Madrid, me dejo una vida ahí. Pero es la mía, así que no hagáis que encima tenga que animaros a vosotros. Como dijo nuestro gran amigo Arnold,

Y como dijo el mejor personaje de la gran mentira de serie de Perdidos, el nunca bien ponderado Desmond con su cara de Dustin Hoffman: "Nos vemos en otra vida, colega(s)". Mientras tanto, 



domingo, 15 de julio de 2012

Taxi Driver: Every muscle must be tight!

Una de mis últimas locuras consiste en el propósito de ver una película en versión original al día, con subtítulos en inglés, y anotar en una libreta todas las palabras y expresiones que no conozco, para luego buscarlas. Es ocio, cultura, una extravagancia y sirve para construir mi persona, con lo cual me encanta.

Empecé hará un mes, y la primera película en caer en mi particular método de dominar el inglés fue una vieja recomendación de cierta persona (aquí teneis su blog , para que no se os escapen sus recomendaciones) y se ha convertido en mi película favorita de los últimos tiempos: Taxi Driver. Escuchad esto mientras leeis el post: 

Siempre me han gustado las historias de personas que están perdidas, que no entienden el significado de las cosas, no saben adónde van, qué hacer. También me han llamado siempre los personajes tarados, esos tíos raros, que tienen un comportamiento extraño, y que se ve a la legua que las hechuras sociales no son para ellos. Sí, en parte por identificación personal, pero no os paseis.

Travis Brickle, interpretado por el mejor Robert de Niro, espectacular, es uno de ellos. Hace de taxista nocturno en Nueva York, insomne, inadaptado social, que dedica su tiempo libre a acudir a salas de cine porno. Su voz en off nos guía por lo que va pasando por su perturbado mundo interior. La película nos muestra la complejidad que hay tras la aparente aleatoria decisión de un loco que un día sale de casa con una escopeta. De esos que salen sus vecinos diciendo que era una persona normal y siempre saludaba al volver de comprar el pan.


Disfruto de cada minuto, de ver cómo mira, cómo se mueve ese puto loco. Entiendo perfectamente cuando sale a la calle y la ve sucia, llena de escoria, y siente la necesidad de limpiar las calles. Me encanta cuando conoce a Betsy y por fin se atreve a ir a por ella. Desborda lo único que atrae al 100% de las mujeres: pura confianza en sí mismo y determinación. Supongo que es genético.




Se gana mi empatía cuando habla con el taxista charlatán y le dice que no sabe lo que le pasa, que está perdido, que quiere salir ahí fuera y hacer algo, algo que tenga significado y sea importante. Entiendo que no ser uno más de la masa. También me parece significativo cuando estalla dice: "eres como los demás, distante y fría, estás en un infierno", y cuando afirma que la soledad le ha perseguido toda su vida.

Mi escena preferida, verdadera motivadora, es cuando decide ponerse en forma. Pienso en ella para no comer tanta mierda como me gustaría. No more destroyers of my body. From now on I'll be total organization, every muscle must be tight!

No os quiero destripar la peli, sólo os diré que su búsqueda de hacer algo relevante se le va de las manos, y que me encanta que quede patente esa fina línea entre ser un héroe o un villano, loco o cuerdo, y en el caso de loco, ¿quién lo está más? La recomiendo encarecidamente, teneis que verla YA si aun no lo habeis hecho. Qué grande eres, Travis.


sábado, 7 de julio de 2012

Vuelta a los viejos valores

Ver las noticias hoy día es deprimente. Sólo atisbamos la punta del iceberg, y lo que se ve son los síntomas de una sociedad enferma. Jueces, políticos, banqueros, cargos públicos. No los he calificado aún, pero simplemente enumerarlos carga la frase de tintes negativos. No sé cómo lo han hecho para que sus efluvios contaminen tus fosas nasales al pronunciar su nombre, para que sus profesiones suenen intrínsecamente mal.

Es fácil ver el telediario y farfullar: "Qué hijos de puta...". Los de arriba, los que tienen el poder, los que nos están exprimiendo. Es fácil, desahoga y es uno de los deportes nacionales, todos ellos derivados de la envidia, sin duda el pecado favorito de los españoles. Incluso es sano en cierta medida, pero no debería cegarnos.

Es la sociedad entera la que está podrida, todos nosotros, en mayor o menor medida. En todos los ámbitos de la vida, cada uno de nosotros tiene su pequeña parcela de poder, en como la administra y en sus decisiones diarias se comprueba la salud de la sociedad.



Aquí el que roba todo lo que puede, el que se aprovecha al máximo de sus empleados o sus empleadores; ése es el puto amo. En que cumple en todo, el que trabaja todas sus horas, el que no carga nada a la empresa, el que no hace sus chanchullos con un par de colegas y no se ahorra una pasta; ése es el tonto. O peor aun, es tan bueno que es tonto, frase que es toda una declaración de principios.

La que se folla a todos los que puede es una tía con personalidad (?), el que sólo va detrás de las chicas para follárselas y adiós muy buenas es un crack, ¡es un grande joder!. El que paga la menor cantidad de impuestos posible, aprovecha todos los servicios del estado al máximo y encima se queja de cómo está el país, todo el día con España en boca; ese tío debería tener una estatua de oro enfrente del ayuntamiento. El que es grosero, irrespetuoso, rencoroso y mezquino; ése es un tío entrañable porque se nos muestra tal y como es. Merece nuestra adoración, claro que sí. El que intenta ser mejor, siempre tener una palabra de aliento, positiva, el que asume su responsabilidad; ése es el malo, es una mentira que hay que desenmascarar y arrastrar de nuevo al barro en el que nos refocilamos.

¿En qué momento el dinero reemplazó a la conciencia satisfecha? Tanto tienes, tanto vales. Ya no importa que tus vecinos y amigos digan de ti que eres una persona honrada. Ahora importa si aparcas en el garaje un Audi, si puedes irte a Nueva York de vacaciones y comer en los mejores restaurantes. Ya no es importante tener una ética personal, un código al que eres fiel, una coherencia y una consecuencia. La disciplina, honestidad, integridad, justicia, fuerza de voluntad, lealtad, compromiso, respeto... Ya lo dice mi título. Son valores viejos. Suenan a otra época, parece que un manto de polvo secular los recubre. Y sin embargo nos son propios, son parte de la condición humana.

¿Dónde está la dignidad del trabajador que se sabe ajeno a los grandes debates del ser humano, lejos de la élite cultural, pero echa la vista atrás y está satisfecho de su trayectoria, de sus decisiones del día a día, de su trabajo y su patrimonio personal e intelectual? De su honor, palabra que suena rancia pero que ha movido al ser humano desde la noche de los tiempos.

Más aun, no hay valores nuevos. El dinero es la virtud, y cuantos más vicios tengas mejor. Más vivo estarás. Y el dinero ganado con el sudor de tu frente no vale nada, eres tonto por haberlo sudado, deberías haberlo robado. Y no intentes ser mejor de lo que somos nosotros, la masa. No intentes asomar la cabeza al mundo de la mínima dignidad personal y de los viejos valores, porque te vamos a despreciar. No queremos oir hablar de valores, las charlas moralistas nos producen urticaria.No nos gusta mirarnos en el mismo espejo que tú, así que te vamos a sumergir de nuevo en el mar de mierda en el que estamos.

Parte de la culpa de esta situación es la envidia y el cainismo intrínseco de este país. Es parte de nuestra idiosincrasia cultural. Pero cada vez vamos a peor, porque antes aun pelábamos o nos inflamábamos por la honrilla personal, aunque fuera de puertas para fuera y por el qué dirán, y no fruto de la introspección y un debate interno. Ahora ya ni eso, ahora la sociedad premia a los corruptos, las putas, los sin escrúpulos, ganadores de dinero, caraduras, estafadores y vividores. Y hacen alarde, se jactan de ello. Así la crisis pasará quizá, pero será mucho más larga de lo que podría haber sido, volverán a estallar otras burbujas y la crisis de valores, o su falta, será galopante.

La solución, concienciarse de que lo único que podemos hacer es ser justos, honestos y consecuentes en nuestro día a día, aportar nuestro granito de arena y esperar a que la masa se dé cuenta de que es el camino. Sentados, eso sí.



lunes, 14 de mayo de 2012

¿Tenía razón el perro de Femón?

Hace un año, en una situación parecida a la actual, me dio por pensar que puestos a perder el tiempo (entendiendo perder el tiempo por no estudiar, lo cual es un error), mejor perderlo ganando un poco de bagaje cultural. Puestos a ser una mierda, mejor ser una mierda leída. Me dirigí a la Casa del Libro más cercana y me compré Yo, Claudio, de Robert Graves. Me encantó y lo recomiendo.

 En una de sus dos partes, hay un momento en que un personaje se dirige al otro y, típico de libros o películas, para expresarle la idea que tenía de la sociedad comienza a narrar una historia acerca de un hombre llamado Femón y su perro. Algún día me gustaría adquirir esa habilidad, la de irte por los cerros de Úbeda y contar una anécdota cuya moraleja sea exactamente lo que quiere comunicar. Difícil conseguirlo, y más sin quedar como un pedante insufrible.

 La pequeña fábula es la siguiente. Femón tenía un perro que estaba adiestrado para ir siempre a la carnicería y traer la cesta con la comida que preparaba el tendero. Los alimentos siempre llegaban intactos y a tiempo, el perro de Femón nunca afanaba nada para sí por muy hambriento que su dueño lo mantuviera. La lealtad hecha perro. Un día nuestro héroe de cuatro patas se cruzó con una jauría de perros callejeros, arrancaron la cesta de sus dientes y comenzaron a devorar la comida. El perro dudó por un breve instante, y después corrió a comer todo lo que pudo.


 La pregunta es si este perro hizo lo correcto. No que tenga a no razón, pero como título tiene más punch. Era imposible vencer a esos canes espoleados por el hambre, y si volvía a casa sin la comida su amo pensaría que fue él, y lo castigaría. Nunca más volvería a confiar en él, toda una trayectoria de obediencia y disciplina arruinada en un momento, aunque no fuera por su culpa.

El perro comprendió todo eso en un segundo y, sin tiempo para el pesar o la autocompasión, tomó la decisión del superviviente: examinar la situación, el presente, y extraer el máximo de todo lo que se ofrece. Ya que iban a pensar que había llenado su estómago y traicionado a su dueño, mejor hacerlo de verdad y al menos comer un poco de carne. Otra opción hubiera sido esperar a que la jauría se saciara y volver a casa con la cesta vacía, encajar los golpes y vivir toda la vida con la desconfianza de su dueño, injusta como cualquier otra cosa en la vida, pero sabiendo que no había hecho nada malo.

 ¿Tenía razón el perro de Femón? Cuando todo el mundo es malo y van a pensar que tú también lo eres, ¿lo mejor es serlo realmente y sacar algo de provecho? ¿Da de comer la autosatisfacción, vale para algo? Cuando se disipe la autocomplacencia, ¿no hubiese cundido más haberse tragado ese trozo de carne?


Mi respuesta es que NO. El espejo nunca te va a devolver otra mirada que no sea la tuya, para ser feliz es mejor estar apaleado y satisfecho que saciado y desleal, aun cuando el sambenito de traidor te fuese impuesto antes de cometer la falta. El infierno no son los otros, es uno mismo, así que mejor no avivar las llamas.

jueves, 18 de agosto de 2011

Hay un hombre que se está riendo de nosotros

Hay un hombre que se está riendo de nosotros.

Ayer vimos un espectáculo maravilloso, un emocionante partido de fútbol con muchas goles y de resultado incierto hasta el final. El fútbol de ambos equipos fue de calidad, y eso siempre es buena noticia. El Real Madrid parece haberse sacudido definitivamente todos los complejos y demostró que sabe desactivar bien al Barça y cómo crear peligro rápidamente, en un fútbol vistoso y vertiginoso. El Barcelona, por otra parte, volvió a dejar patente que en sus partidos se ven 3 o 4 jugadas magistrales, de las de talento puro, y que Messi es el que más lo atesora. Y que tiene poco rodaje, hacía tiempo que Xavi, Piqué o Leo no perdían tantos balones. Cuando la máquina esté engrasada, sumado a las nuevas posibilidades que ofrecen Cesc y Thiago, el límite es el cielo.

Mientras tanto, ese hombre se sigue riendo.

Pasó por ser el mejor entrenador del mundo, pero sigue recurriendo al viejo arte de dar patadas a los jugones. Me parece una vergüenza que un club de la élite mundial tenga que recurrir a eso. Lo peor de todo es que ésa es tan sólo una más de todas las artimañas que usa para ganar, o intentar ganar.



Muchas veces en esta vida tenemos que competir por algo, incluso luchar por algo. Es admirable querer ganar con todas tus fuerzas, pero no siempre se puede. Y no todo vale. Puedes perder en numerosas ocasiones. Puede haber sido justo o no, puedes haber sido mejor que tu rival o no, pero has perdido. Entonces se te plantean dos opciones, buscar una excusa o aceptar la derrota con dignidad y felicitar al campeón.

sábado, 13 de agosto de 2011

Mesalina, ninfómana y prostituta imperial

Un jueves de finales de mayo se nos planteó una pregunta en el Anyway (gran sitio, algún día hablaré de él): "¿Quién era la esposa del emperador Claudio?". Constaté que no tenía ni puta idea del tema y les dije a mis amigos que contestáramos "Valeria", por ser el nombre que tendrían las hijas de los nobles de la gens Valeria, como cierto Marco Valerio Mesala que recordaba había sido cónsul en épocas anteriores. No nos dieron por buena la respuesta, evidentemente. Y eso, unido a que también hubo una pregunta acerca del autor del libro Yo, Claudio, me incitó a comprarlo.



miércoles, 10 de agosto de 2011

Por qué me gusta la Antigua Roma



Muchos de los que me conocéis ya sabes que me gusta mucho el tema de la Antigua Roma, pero poco entendéis por qué. Voy a intentar explicarlo.

Me gusta la Historia, me gusta saber de dónde venimos, cómo surgieron las naciones en el pasado, las guerras que hubo, conocer los grandes personajes, sus gestas... Hay a quien todo lo que no es "actual" le importa un pito, pero no es mi caso. Creo que conocer mínimamente la Historia nos proporciona una gran cultura, nos proporciona una perspectiva difícilmente alcanzable por otros métodos.

Hace poco leí en algún lugar que si la vida del planeta Tierra durase un año entero, nuestra Historia,desde que apareció el primer homínido, el australopitecus, duraría tan sólo un cuarto de hora. Es decir, el planeta se creó el 1 de enero y una persona que ahora tuviese 90 años hubiese nacido el 31 de diciembre a las 11 horas y 59 minutos. Me voy por las ramas, pero me parece interesante.




Dentro de la Historia me gusta más la Historia Antigua, o como mucho la Edad Media. Lo más reciente, con más tecnología, me parece más similar a nuestro mundo actual. Me fascina pensar como vivía la gente, con las mismas pasiones e inquietudes que tenemos hoy día, pero en un mundo arcaico.





Me gusta de Roma que fue un adelante a nivel de conocimientos, civilización, y derechos para el que quizá la humanidad no estuviese preparada. El Imperio Romano cayó a finales del siglo V y sobrevinieron 1000 años de Edad Media, un retraso a todos los niveles. Me gusta conocer cosas de la Antigua Roma porque es la base de nuestra civilización y de nuestras lenguas, y sus huellas han quedado diseminadas a lo largo de un inmenso territorio. Hubo un momento en que un salvaje britano pintado de azul estaba bajo la misma autoridad que un pescador nubio de la segunda catarata del Nilo, la autoridad de una ciudad de siete colinas llamada Roma. Ha habido grandes imperios en la humanidad, pero el romano es sin duda uno de los más grandes. Es la base de nuestra cultura, su duración se extiende a varios siglos, y su legado cultural a lo largo de milenios sigue siendo importantísimo.

Pese a todo, no es la época imperial la que más me interesa. Me gusta mucho más la época de la República. En ella no había una cabeza visible que tuviese el poder, sino que éste residía en el Senado y sus magistrados, siendo los de mayor relevancia los cónsules, dos por año. Casi todas las magistraturas tenían un año de duración, siendo elegidos dichos cargos mediante elecciones. No había sufragio universal ni mucho menos, y había muchas irregularidades en los procesos, pero el funcionamiento de la sociedad romana era admirable en un mundo inculto, analfabeto y dominado por tiranos.

Me gusta la Antigua Roma por la gran cantidad de genios que hubo en ella, de los cuales hemos podido llegar a saberlo casi todo. La estructura de la sociedad romana permitía el desarrollo del talento a todos los niveles, y en pocas épocas de la Historia han coincidido tantos grandes hombre como en la época tardorrepublicana. Cayo Mario, Sila, los hermanos Graco, Servilia, Julio César, Cicerón, Pompeyo Magno, Marco Antonio, Octavio, Agripa... Podemos conocer de principio a fin sus vidas, sus ambiciones y frustraciones, tan parecidos a nosotros pero en un mundo tan distante que resulta apasionante.



Era una sociedad en la que los hombres y mujeres se esforzaban por ser virtuosos, dignos, y servir a Roma, y llegaron a alcanzar la fuerza suficiente como para que grandes reyes se plegaran a las decisiones de un magistrado electo por un año en una ciudad del centro de la península itálica.

Bueno, el caso es que me gusta mucho, y quizá le dedique futuras entradas. Espero no haber sonado demasiado pedante o freak

domingo, 24 de julio de 2011

¿Qué fue de Egipto, Japón, Libia...? Hipocresía

Sin duda en este 2011 está habiendo noticias de impacto, grandes cambios que pasarán a los libros de Historia. Uno de ellos es el tema de las protestas y revueltas en los estados islámicos.



Internet ha estado en boca de todos como catalizador de la revolución, proporcionando la posibilidad de la comunicación, expansión de las quejas del las revueltas, la organización de concentraciones y manifestaciones y como vía de contacto con "el mundo exterior". De esta manera muchos hemos seguido por twitter la actualidad de dichas revoluciones.

jueves, 7 de julio de 2011

Verano...

Hacía mucho que no pasaba por aquí. En parte es por las sensaciones contradictorias de pensar que lo que ponga aquí no le va a interesar ni lo va a leer nadie, y por otra parte no poder ser 100% sincero por temor a que alguien conocido se soliviante.

Pasaron los exámenes y volví a casa, a Ferrol, para disfrutar del clima de la costa atlántica. Es cierto que no todos los días hace sol, pero la horquilla de temperaturas máxima y mínima permiten la vida humana. Las últimas semanas en Madrid se hicieron insoportables por el calor, que me impedía la vida.

Ahora estoy trabajando en un cine. Tengo que cortar entradas, limpiar salas entre pase y pase, montar displays, cambiar cartelera... Mi odio a los niños en estas fechas alcanza cotas estratosféricas y me hacen rezar para que se cumpla mi mayor sospecha desde la pubertad: mi esterilidad. No espero ni deseo que anide en mí la capacidad de engendrar hijos.

Aunque a veces lo peor son los padres. Ya trabajé en otras ocasiones en este mismo cine, y nunca se me olvidará cuando fui a limpiar una sala y me encontré a dos críos de 5 ó 7 años caminando por encima de las butacas hacia abajo (pese a haber una gran pendiente y grave riesgo de que se rompieran el cuello). La madre estaba en la puerta, y me quedé mirándola estupefacto mientras ella decía, con toda la parsimonia del mundo:" Venga niños, veniiiid, cuidadín que a lo mejor os haceis pupa eh". No pude articular palabra hasta que se fueron, pero sentí que las ganas de matar crecían dentro de mí. Subí hasta la última fila y comencé a limpiar. De pronto, sentí algo y me di la vuelta. Vi a los dos niños al fondo dando hostias a la pantalla con sus pequeñas pezuñas grasientas, y les solté: "¡FUERA HOSTIAAA!". Salieron corriendo a todo lo que les daban sus pequeñas piernas de angelitos del infierno.

Odio a los niños. Ya os iré contando más anécdotas. Quedan las de las potas, que, nunca peor dicho, no tienen desperdicio. Cuidaos

martes, 31 de mayo de 2011

El poder de las palabras



Desde siempre, las palabras han sido el elemento vehicular sobre el que desarrollar y crear todo poder. Las palabras son órdenes, súplicas, rezos... Y no sólo son la expresión de algo, sino que son artífices de grandes cambios, la mayor de las armas.

Pienso en dos ejércitos frente a frente y dos generales recorriendo sus filas, arengando a sus hombres. Son momentos de mucha tensión. Pueden haberse ganado la confianza de sus hombre una y mil veces, pero llega un momento en el que hace falta la palabra. Un discurso brillante, perfecto retóricamente. Un despliegue de la mayor oratoria que vieron los tiempos. O simples chanzas de campamentos, cuidadosamente elegidas, salpicadas de frases mordaces de doble sentido... Lo que sea necesario en cada caso, pero esas palabras puden marcar el devenir de la batalla. Sacudir de complejos y llenar de moral a miles de soldados y llevarlos a la victoria.

Los grandes generales de la Historia las han usado, han subyugado a sus tropas ganándose su amor y su respeto. ¿Cómo sino podrían convencer a miles de analfabetos, supersticiosos y salvajes para cruzar los Alpes con elefantes en invierno o para llegar de Macedonia a la India?

Discursos que son símbolos, como el de Martin Luther King. Palabras para la Historia, como las de Neil Armstrong al pisar la Luna... Son tan sólo unos ejemplos. Grandes escenas de películas, soliloquios que nos provocan escalofríos y nos ponen la piel de gallina; y todo por unas palabras... Canciones que nos hacen llorar o nos esperanzan, eslóganes exitosos que se convierten en expresiones cotidianas.



Pienso también en un amigo. Muchas veces una amistad nos abre su corazón, nos cuenta sus penas, o nos increpa terriblemente, odiándonos con toda su alma en ese momento. Unas pocas palabras pueden cambiarlo todo. Pueden animarle, reconfortarle, aplacarle, hacerle cambiar de opinión, manipularle...

Palabras que pueden llegar muy dentro. Frases que pueden derretir el corazón de una mujer, o hacerle perder la racionalidad de su mente, la frontera nunca ha estado clara. Palabras que hacen que sus pies se separen del suelo, que entre en un mundo paralelo. Palabras que pueden desencadenar el éxtasis, o agriar completamente la mayor escena de amor.

Es el poder de las palabras. De las palabras adecuadas a cada momento. Requiere inteligencia, observación, conocimiento de la persona, el poder hallar sus claves, sus causas y sus efectos. Conocer, que también es poder. Pero para detentarlo con rotundidad, hacen falta las palabras.

Hombres inteligentísimos están fracasando ahora mismo a la hora de comunicarse. La comunicación, oral, corporal, escrita... es fundamental. Los medios de comunicación son el cuarto poder, pero el primero en magnitud. ¿Cuál es la base de su poder? Las palabras. Cambian la opinión pública, la moldean, la excitan y relajan, marcando los tiempos.



Unas palabras certeras, pocas, pueden quebrar a un hombre. Otras palabras, a lo mejor las mismas, pero en otra situación, pueden enardecer a otro. Cuatro frases bien hilvanadas pueden provocar pensamientos cuidadosamente elegidos en el objetivo de ellas. Pueden llegar a causar ese torrente de reacciones químicas con son las emociones a nivel cerebral. Pueden hacer llorar como un niño a esa persona, destruirla por completo. Pueden volver loco a alguien, hacer que sus glándulas suprarrenales segreguen adrenalina o hacer que se orine del miedo. Es el gran poder de las palabras.

Pueden inspirar la vida entera de millones de personas, marcar el carácter, la moral y las metas de toda una sociedad. Pueden hacer mejor a un ser humano. Los hechos pueden inspirar y tener el mismo poder que las palabras, pero en un entorno concreto. Es un lugar, un momento concreto. Las palabras transcienden espacio y tiempo. Miles de millones de personas siguen una fe, unas palabras que cuentan lo que hizo un hombre hace dos mil años, y sobretodo qué dijo ese hombre. Casi nadie ha visto un milagro, y sin embargo a la largo de la Historia esas palabras, un libro de 600 páginas, ha inspirado lo mejor y lo peor del género humano.



Las palabras son mágicas. Tanto en la vida real como en la fantasía, siempre son unas palabras las que dan el toque final. Un hechizo en la literatura, rituales chamánicos, bendiciones, consagraciones. Incluso exorcismos. Son mágicas porque son escurridizas. ¿A quién no le ha pasado alguna vez que empieza a escribir algo, lo borra o se pierde, y luego ya no se es capaz de volver a escribir lo mismo? Pareciera que tienen un sólo momento para salir, aunque expresemos la misma idea nunca la diremos igual. Nunca nos bañaremos en el mismo río, y nunca nos podremos decir lo mismo que estamos diciendo ahora.

Las palabras son nuestro sistema operativo. Cuando pensamos, nos hablamos a nosotros mismos. Ordenamos nuestros pensamientos en palabras, frases, oraciones. No podemos escapar de las palabras.

Muchas veces he pensado que me gustaría tener esa inteligencia para conocer, llegar al quid de la cuestión, conocer las motivaciones, anhelos y temores de los que me rodean. Pero sobretodo me gustaría tener ese dominio del lenguaje, de las palabras, para que fuesen las correctas en cada momento y volasen como flechas certeras al corazón de la gente. Que tocases ese fibra, esa frecuencia natural capaz de derribar el mayor de los puentes. Poseer ese gran poder. Poder decir en cada momento el comentario más mordaz, ingenioso, las palabras de ánimo y apoyo necesarias para animar una persona que sufre. Poder decir dos palabras que arredren al mayor de mis enemigos. Poder convencer a los que no piensan como yo, aun a sabiendas de que sería un grave error. Palabras que pudieran explicar (sobretodo a mí) el amor que siento y el miedo que tengo.

Y sobretodo, tener el valor de usar ese poder.