Ayer vimos un espectáculo maravilloso, un emocionante partido de fútbol con muchas goles y de resultado incierto hasta el final. El fútbol de ambos equipos fue de calidad, y eso siempre es buena noticia. El Real Madrid parece haberse sacudido definitivamente todos los complejos y demostró que sabe desactivar bien al Barça y cómo crear peligro rápidamente, en un fútbol vistoso y vertiginoso. El Barcelona, por otra parte, volvió a dejar patente que en sus partidos se ven 3 o 4 jugadas magistrales, de las de talento puro, y que Messi es el que más lo atesora. Y que tiene poco rodaje, hacía tiempo que Xavi, Piqué o Leo no perdían tantos balones. Cuando la máquina esté engrasada, sumado a las nuevas posibilidades que ofrecen Cesc y Thiago, el límite es el cielo.
Mientras tanto, ese hombre se sigue riendo.
Pasó por ser el mejor entrenador del mundo, pero sigue recurriendo al viejo arte de dar patadas a los jugones. Me parece una vergüenza que un club de la élite mundial tenga que recurrir a eso. Lo peor de todo es que ésa es tan sólo una más de todas las artimañas que usa para ganar, o intentar ganar.

Muchas veces en esta vida tenemos que competir por algo, incluso luchar por algo. Es admirable querer ganar con todas tus fuerzas, pero no siempre se puede. Y no todo vale. Puedes perder en numerosas ocasiones. Puede haber sido justo o no, puedes haber sido mejor que tu rival o no, pero has perdido. Entonces se te plantean dos opciones, buscar una excusa o aceptar la derrota con dignidad y felicitar al campeón.