jueves, 30 de agosto de 2012

Back to basics. Hasta luego Madrid

Algunos ya sabéis que no voy a estar en Madrid este año. Otros os enteraréis ahora, y otros os enteraréis al cabo de 6 meses y vendréis a tocarme las pelotas escandalizados. Os espero con la escopeta cargada, aviso.

 Ha sido un año difícil, con muchos problemas y muchos frentes abiertos sin estar yo mismo en buenas condiciones, que no he sabido manejar y me han llevado al colapso. Si queréis entrar en detalle un día nos tomamos un café y hablamos, pero ahora no es el momento. Sólo mencionar por ejemplo la incertidumbre económica, estar esperando hasta finales de febrero con el agua al cuello a ver si me concedían la beca o no, recibirla cuando el curso ya iba a la deriva, medidas del gobierno...

 La puntilla ha sido la subida de las tasas universitarias. Los créditos en 1ª, 2ª y 3ª matriculación han pasado de costar 17, 21 y 26 euros a tener que pagar 26, 47 y 89 euros respectivamente. En una carrera de ingeniería, o en cualquiera en la que hayas tenido un mal año por las causas que sea hacen que te tengas que hipotecar para pagar la matrícula de tu universidad pública mas cercana en Madrid.

 Los precios salieron publicados hace poco. No tengo el dinero para seguir estudiando en la complu, y aunque me lo pudieran prestar sería pagar una millonada por un curso que no lo vale, estudiar para volver a conseguir la beca y devolver ese préstamo, y mientras estar dos años asfixiado... No es una opción, y los traslados de expediente tenían que haber sido tramitados mínimo antes de julio. Así que me veo forzado a quedarme un año en casa, trabajando y ahorrando, y retomar los estudios el año que viene.

No os preocupéis por mí, voy a estar bien. De hecho estoy imparable. Parece que me voy a unir de manera indefinida a la aldea de irreductibles galos de Odeón Multicines, espero que me den un poco de su poción mágica. Tal y como están las cosas, tener un trabajo que te permita ir juntando algo de dinero ya es algo. No me voy a parar ahí, intentaré buscar algo por las mañanas, ya me he apuntado a la autoescuela para sacarme el carnet de conducir, sigo con mis métodos heterodoxos de aprendizaje de inglés y pienso certificarlo con un título oficial...

No voy a perder el año porque ya no pierdo ni una sola hora del día. Mi fuerza de voluntad es como un puto rayo láser y cada día que pasa estoy más cerca de mi objetivo. Siempre supe que en mi camino a la dominación del mundo tendría que partir de la mismísima mierda, al más puro estilo Julio César, así que podría decirse que todo esto de alguna manera forma parte de mi plan.

Me da mucha pena dejar Madrid, me dejo una vida ahí. Pero es la mía, así que no hagáis que encima tenga que animaros a vosotros. Como dijo nuestro gran amigo Arnold,

Y como dijo el mejor personaje de la gran mentira de serie de Perdidos, el nunca bien ponderado Desmond con su cara de Dustin Hoffman: "Nos vemos en otra vida, colega(s)". Mientras tanto, 



domingo, 15 de julio de 2012

Taxi Driver: Every muscle must be tight!

Una de mis últimas locuras consiste en el propósito de ver una película en versión original al día, con subtítulos en inglés, y anotar en una libreta todas las palabras y expresiones que no conozco, para luego buscarlas. Es ocio, cultura, una extravagancia y sirve para construir mi persona, con lo cual me encanta.

Empecé hará un mes, y la primera película en caer en mi particular método de dominar el inglés fue una vieja recomendación de cierta persona (aquí teneis su blog , para que no se os escapen sus recomendaciones) y se ha convertido en mi película favorita de los últimos tiempos: Taxi Driver. Escuchad esto mientras leeis el post: 

Siempre me han gustado las historias de personas que están perdidas, que no entienden el significado de las cosas, no saben adónde van, qué hacer. También me han llamado siempre los personajes tarados, esos tíos raros, que tienen un comportamiento extraño, y que se ve a la legua que las hechuras sociales no son para ellos. Sí, en parte por identificación personal, pero no os paseis.

Travis Brickle, interpretado por el mejor Robert de Niro, espectacular, es uno de ellos. Hace de taxista nocturno en Nueva York, insomne, inadaptado social, que dedica su tiempo libre a acudir a salas de cine porno. Su voz en off nos guía por lo que va pasando por su perturbado mundo interior. La película nos muestra la complejidad que hay tras la aparente aleatoria decisión de un loco que un día sale de casa con una escopeta. De esos que salen sus vecinos diciendo que era una persona normal y siempre saludaba al volver de comprar el pan.


Disfruto de cada minuto, de ver cómo mira, cómo se mueve ese puto loco. Entiendo perfectamente cuando sale a la calle y la ve sucia, llena de escoria, y siente la necesidad de limpiar las calles. Me encanta cuando conoce a Betsy y por fin se atreve a ir a por ella. Desborda lo único que atrae al 100% de las mujeres: pura confianza en sí mismo y determinación. Supongo que es genético.




Se gana mi empatía cuando habla con el taxista charlatán y le dice que no sabe lo que le pasa, que está perdido, que quiere salir ahí fuera y hacer algo, algo que tenga significado y sea importante. Entiendo que no ser uno más de la masa. También me parece significativo cuando estalla dice: "eres como los demás, distante y fría, estás en un infierno", y cuando afirma que la soledad le ha perseguido toda su vida.

Mi escena preferida, verdadera motivadora, es cuando decide ponerse en forma. Pienso en ella para no comer tanta mierda como me gustaría. No more destroyers of my body. From now on I'll be total organization, every muscle must be tight!

No os quiero destripar la peli, sólo os diré que su búsqueda de hacer algo relevante se le va de las manos, y que me encanta que quede patente esa fina línea entre ser un héroe o un villano, loco o cuerdo, y en el caso de loco, ¿quién lo está más? La recomiendo encarecidamente, teneis que verla YA si aun no lo habeis hecho. Qué grande eres, Travis.


sábado, 7 de julio de 2012

Vuelta a los viejos valores

Ver las noticias hoy día es deprimente. Sólo atisbamos la punta del iceberg, y lo que se ve son los síntomas de una sociedad enferma. Jueces, políticos, banqueros, cargos públicos. No los he calificado aún, pero simplemente enumerarlos carga la frase de tintes negativos. No sé cómo lo han hecho para que sus efluvios contaminen tus fosas nasales al pronunciar su nombre, para que sus profesiones suenen intrínsecamente mal.

Es fácil ver el telediario y farfullar: "Qué hijos de puta...". Los de arriba, los que tienen el poder, los que nos están exprimiendo. Es fácil, desahoga y es uno de los deportes nacionales, todos ellos derivados de la envidia, sin duda el pecado favorito de los españoles. Incluso es sano en cierta medida, pero no debería cegarnos.

Es la sociedad entera la que está podrida, todos nosotros, en mayor o menor medida. En todos los ámbitos de la vida, cada uno de nosotros tiene su pequeña parcela de poder, en como la administra y en sus decisiones diarias se comprueba la salud de la sociedad.



Aquí el que roba todo lo que puede, el que se aprovecha al máximo de sus empleados o sus empleadores; ése es el puto amo. En que cumple en todo, el que trabaja todas sus horas, el que no carga nada a la empresa, el que no hace sus chanchullos con un par de colegas y no se ahorra una pasta; ése es el tonto. O peor aun, es tan bueno que es tonto, frase que es toda una declaración de principios.

La que se folla a todos los que puede es una tía con personalidad (?), el que sólo va detrás de las chicas para follárselas y adiós muy buenas es un crack, ¡es un grande joder!. El que paga la menor cantidad de impuestos posible, aprovecha todos los servicios del estado al máximo y encima se queja de cómo está el país, todo el día con España en boca; ese tío debería tener una estatua de oro enfrente del ayuntamiento. El que es grosero, irrespetuoso, rencoroso y mezquino; ése es un tío entrañable porque se nos muestra tal y como es. Merece nuestra adoración, claro que sí. El que intenta ser mejor, siempre tener una palabra de aliento, positiva, el que asume su responsabilidad; ése es el malo, es una mentira que hay que desenmascarar y arrastrar de nuevo al barro en el que nos refocilamos.

¿En qué momento el dinero reemplazó a la conciencia satisfecha? Tanto tienes, tanto vales. Ya no importa que tus vecinos y amigos digan de ti que eres una persona honrada. Ahora importa si aparcas en el garaje un Audi, si puedes irte a Nueva York de vacaciones y comer en los mejores restaurantes. Ya no es importante tener una ética personal, un código al que eres fiel, una coherencia y una consecuencia. La disciplina, honestidad, integridad, justicia, fuerza de voluntad, lealtad, compromiso, respeto... Ya lo dice mi título. Son valores viejos. Suenan a otra época, parece que un manto de polvo secular los recubre. Y sin embargo nos son propios, son parte de la condición humana.

¿Dónde está la dignidad del trabajador que se sabe ajeno a los grandes debates del ser humano, lejos de la élite cultural, pero echa la vista atrás y está satisfecho de su trayectoria, de sus decisiones del día a día, de su trabajo y su patrimonio personal e intelectual? De su honor, palabra que suena rancia pero que ha movido al ser humano desde la noche de los tiempos.

Más aun, no hay valores nuevos. El dinero es la virtud, y cuantos más vicios tengas mejor. Más vivo estarás. Y el dinero ganado con el sudor de tu frente no vale nada, eres tonto por haberlo sudado, deberías haberlo robado. Y no intentes ser mejor de lo que somos nosotros, la masa. No intentes asomar la cabeza al mundo de la mínima dignidad personal y de los viejos valores, porque te vamos a despreciar. No queremos oir hablar de valores, las charlas moralistas nos producen urticaria.No nos gusta mirarnos en el mismo espejo que tú, así que te vamos a sumergir de nuevo en el mar de mierda en el que estamos.

Parte de la culpa de esta situación es la envidia y el cainismo intrínseco de este país. Es parte de nuestra idiosincrasia cultural. Pero cada vez vamos a peor, porque antes aun pelábamos o nos inflamábamos por la honrilla personal, aunque fuera de puertas para fuera y por el qué dirán, y no fruto de la introspección y un debate interno. Ahora ya ni eso, ahora la sociedad premia a los corruptos, las putas, los sin escrúpulos, ganadores de dinero, caraduras, estafadores y vividores. Y hacen alarde, se jactan de ello. Así la crisis pasará quizá, pero será mucho más larga de lo que podría haber sido, volverán a estallar otras burbujas y la crisis de valores, o su falta, será galopante.

La solución, concienciarse de que lo único que podemos hacer es ser justos, honestos y consecuentes en nuestro día a día, aportar nuestro granito de arena y esperar a que la masa se dé cuenta de que es el camino. Sentados, eso sí.



lunes, 14 de mayo de 2012

¿Tenía razón el perro de Femón?

Hace un año, en una situación parecida a la actual, me dio por pensar que puestos a perder el tiempo (entendiendo perder el tiempo por no estudiar, lo cual es un error), mejor perderlo ganando un poco de bagaje cultural. Puestos a ser una mierda, mejor ser una mierda leída. Me dirigí a la Casa del Libro más cercana y me compré Yo, Claudio, de Robert Graves. Me encantó y lo recomiendo.

 En una de sus dos partes, hay un momento en que un personaje se dirige al otro y, típico de libros o películas, para expresarle la idea que tenía de la sociedad comienza a narrar una historia acerca de un hombre llamado Femón y su perro. Algún día me gustaría adquirir esa habilidad, la de irte por los cerros de Úbeda y contar una anécdota cuya moraleja sea exactamente lo que quiere comunicar. Difícil conseguirlo, y más sin quedar como un pedante insufrible.

 La pequeña fábula es la siguiente. Femón tenía un perro que estaba adiestrado para ir siempre a la carnicería y traer la cesta con la comida que preparaba el tendero. Los alimentos siempre llegaban intactos y a tiempo, el perro de Femón nunca afanaba nada para sí por muy hambriento que su dueño lo mantuviera. La lealtad hecha perro. Un día nuestro héroe de cuatro patas se cruzó con una jauría de perros callejeros, arrancaron la cesta de sus dientes y comenzaron a devorar la comida. El perro dudó por un breve instante, y después corrió a comer todo lo que pudo.


 La pregunta es si este perro hizo lo correcto. No que tenga a no razón, pero como título tiene más punch. Era imposible vencer a esos canes espoleados por el hambre, y si volvía a casa sin la comida su amo pensaría que fue él, y lo castigaría. Nunca más volvería a confiar en él, toda una trayectoria de obediencia y disciplina arruinada en un momento, aunque no fuera por su culpa.

El perro comprendió todo eso en un segundo y, sin tiempo para el pesar o la autocompasión, tomó la decisión del superviviente: examinar la situación, el presente, y extraer el máximo de todo lo que se ofrece. Ya que iban a pensar que había llenado su estómago y traicionado a su dueño, mejor hacerlo de verdad y al menos comer un poco de carne. Otra opción hubiera sido esperar a que la jauría se saciara y volver a casa con la cesta vacía, encajar los golpes y vivir toda la vida con la desconfianza de su dueño, injusta como cualquier otra cosa en la vida, pero sabiendo que no había hecho nada malo.

 ¿Tenía razón el perro de Femón? Cuando todo el mundo es malo y van a pensar que tú también lo eres, ¿lo mejor es serlo realmente y sacar algo de provecho? ¿Da de comer la autosatisfacción, vale para algo? Cuando se disipe la autocomplacencia, ¿no hubiese cundido más haberse tragado ese trozo de carne?


Mi respuesta es que NO. El espejo nunca te va a devolver otra mirada que no sea la tuya, para ser feliz es mejor estar apaleado y satisfecho que saciado y desleal, aun cuando el sambenito de traidor te fuese impuesto antes de cometer la falta. El infierno no son los otros, es uno mismo, así que mejor no avivar las llamas.