sábado, 7 de julio de 2012

Vuelta a los viejos valores

Ver las noticias hoy día es deprimente. Sólo atisbamos la punta del iceberg, y lo que se ve son los síntomas de una sociedad enferma. Jueces, políticos, banqueros, cargos públicos. No los he calificado aún, pero simplemente enumerarlos carga la frase de tintes negativos. No sé cómo lo han hecho para que sus efluvios contaminen tus fosas nasales al pronunciar su nombre, para que sus profesiones suenen intrínsecamente mal.

Es fácil ver el telediario y farfullar: "Qué hijos de puta...". Los de arriba, los que tienen el poder, los que nos están exprimiendo. Es fácil, desahoga y es uno de los deportes nacionales, todos ellos derivados de la envidia, sin duda el pecado favorito de los españoles. Incluso es sano en cierta medida, pero no debería cegarnos.

Es la sociedad entera la que está podrida, todos nosotros, en mayor o menor medida. En todos los ámbitos de la vida, cada uno de nosotros tiene su pequeña parcela de poder, en como la administra y en sus decisiones diarias se comprueba la salud de la sociedad.



Aquí el que roba todo lo que puede, el que se aprovecha al máximo de sus empleados o sus empleadores; ése es el puto amo. En que cumple en todo, el que trabaja todas sus horas, el que no carga nada a la empresa, el que no hace sus chanchullos con un par de colegas y no se ahorra una pasta; ése es el tonto. O peor aun, es tan bueno que es tonto, frase que es toda una declaración de principios.

La que se folla a todos los que puede es una tía con personalidad (?), el que sólo va detrás de las chicas para follárselas y adiós muy buenas es un crack, ¡es un grande joder!. El que paga la menor cantidad de impuestos posible, aprovecha todos los servicios del estado al máximo y encima se queja de cómo está el país, todo el día con España en boca; ese tío debería tener una estatua de oro enfrente del ayuntamiento. El que es grosero, irrespetuoso, rencoroso y mezquino; ése es un tío entrañable porque se nos muestra tal y como es. Merece nuestra adoración, claro que sí. El que intenta ser mejor, siempre tener una palabra de aliento, positiva, el que asume su responsabilidad; ése es el malo, es una mentira que hay que desenmascarar y arrastrar de nuevo al barro en el que nos refocilamos.

¿En qué momento el dinero reemplazó a la conciencia satisfecha? Tanto tienes, tanto vales. Ya no importa que tus vecinos y amigos digan de ti que eres una persona honrada. Ahora importa si aparcas en el garaje un Audi, si puedes irte a Nueva York de vacaciones y comer en los mejores restaurantes. Ya no es importante tener una ética personal, un código al que eres fiel, una coherencia y una consecuencia. La disciplina, honestidad, integridad, justicia, fuerza de voluntad, lealtad, compromiso, respeto... Ya lo dice mi título. Son valores viejos. Suenan a otra época, parece que un manto de polvo secular los recubre. Y sin embargo nos son propios, son parte de la condición humana.

¿Dónde está la dignidad del trabajador que se sabe ajeno a los grandes debates del ser humano, lejos de la élite cultural, pero echa la vista atrás y está satisfecho de su trayectoria, de sus decisiones del día a día, de su trabajo y su patrimonio personal e intelectual? De su honor, palabra que suena rancia pero que ha movido al ser humano desde la noche de los tiempos.

Más aun, no hay valores nuevos. El dinero es la virtud, y cuantos más vicios tengas mejor. Más vivo estarás. Y el dinero ganado con el sudor de tu frente no vale nada, eres tonto por haberlo sudado, deberías haberlo robado. Y no intentes ser mejor de lo que somos nosotros, la masa. No intentes asomar la cabeza al mundo de la mínima dignidad personal y de los viejos valores, porque te vamos a despreciar. No queremos oir hablar de valores, las charlas moralistas nos producen urticaria.No nos gusta mirarnos en el mismo espejo que tú, así que te vamos a sumergir de nuevo en el mar de mierda en el que estamos.

Parte de la culpa de esta situación es la envidia y el cainismo intrínseco de este país. Es parte de nuestra idiosincrasia cultural. Pero cada vez vamos a peor, porque antes aun pelábamos o nos inflamábamos por la honrilla personal, aunque fuera de puertas para fuera y por el qué dirán, y no fruto de la introspección y un debate interno. Ahora ya ni eso, ahora la sociedad premia a los corruptos, las putas, los sin escrúpulos, ganadores de dinero, caraduras, estafadores y vividores. Y hacen alarde, se jactan de ello. Así la crisis pasará quizá, pero será mucho más larga de lo que podría haber sido, volverán a estallar otras burbujas y la crisis de valores, o su falta, será galopante.

La solución, concienciarse de que lo único que podemos hacer es ser justos, honestos y consecuentes en nuestro día a día, aportar nuestro granito de arena y esperar a que la masa se dé cuenta de que es el camino. Sentados, eso sí.



1 comentario:

Gracias por dejar tu opinión, quizás me ayude a ver las cosas de otro modo...o no.