lunes, 14 de mayo de 2012

¿Tenía razón el perro de Femón?

Hace un año, en una situación parecida a la actual, me dio por pensar que puestos a perder el tiempo (entendiendo perder el tiempo por no estudiar, lo cual es un error), mejor perderlo ganando un poco de bagaje cultural. Puestos a ser una mierda, mejor ser una mierda leída. Me dirigí a la Casa del Libro más cercana y me compré Yo, Claudio, de Robert Graves. Me encantó y lo recomiendo.

 En una de sus dos partes, hay un momento en que un personaje se dirige al otro y, típico de libros o películas, para expresarle la idea que tenía de la sociedad comienza a narrar una historia acerca de un hombre llamado Femón y su perro. Algún día me gustaría adquirir esa habilidad, la de irte por los cerros de Úbeda y contar una anécdota cuya moraleja sea exactamente lo que quiere comunicar. Difícil conseguirlo, y más sin quedar como un pedante insufrible.

 La pequeña fábula es la siguiente. Femón tenía un perro que estaba adiestrado para ir siempre a la carnicería y traer la cesta con la comida que preparaba el tendero. Los alimentos siempre llegaban intactos y a tiempo, el perro de Femón nunca afanaba nada para sí por muy hambriento que su dueño lo mantuviera. La lealtad hecha perro. Un día nuestro héroe de cuatro patas se cruzó con una jauría de perros callejeros, arrancaron la cesta de sus dientes y comenzaron a devorar la comida. El perro dudó por un breve instante, y después corrió a comer todo lo que pudo.


 La pregunta es si este perro hizo lo correcto. No que tenga a no razón, pero como título tiene más punch. Era imposible vencer a esos canes espoleados por el hambre, y si volvía a casa sin la comida su amo pensaría que fue él, y lo castigaría. Nunca más volvería a confiar en él, toda una trayectoria de obediencia y disciplina arruinada en un momento, aunque no fuera por su culpa.

El perro comprendió todo eso en un segundo y, sin tiempo para el pesar o la autocompasión, tomó la decisión del superviviente: examinar la situación, el presente, y extraer el máximo de todo lo que se ofrece. Ya que iban a pensar que había llenado su estómago y traicionado a su dueño, mejor hacerlo de verdad y al menos comer un poco de carne. Otra opción hubiera sido esperar a que la jauría se saciara y volver a casa con la cesta vacía, encajar los golpes y vivir toda la vida con la desconfianza de su dueño, injusta como cualquier otra cosa en la vida, pero sabiendo que no había hecho nada malo.

 ¿Tenía razón el perro de Femón? Cuando todo el mundo es malo y van a pensar que tú también lo eres, ¿lo mejor es serlo realmente y sacar algo de provecho? ¿Da de comer la autosatisfacción, vale para algo? Cuando se disipe la autocomplacencia, ¿no hubiese cundido más haberse tragado ese trozo de carne?


Mi respuesta es que NO. El espejo nunca te va a devolver otra mirada que no sea la tuya, para ser feliz es mejor estar apaleado y satisfecho que saciado y desleal, aun cuando el sambenito de traidor te fuese impuesto antes de cometer la falta. El infierno no son los otros, es uno mismo, así que mejor no avivar las llamas.

6 comentarios:

  1. Me ha gustado la historia. Al final lo que a uno le queda es su integridad. Y cada uno debe responder ante uno mismo sobre ella. Gracias por publicarla, me ha ayudado a aclararme porque esta misma tarde he estado dando vueltas a este asunto.

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  2. Gracias Richi, me alegro. Hay veces que se duda, pero yo creo que es el camino

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  3. Me gusta la historia. Tu respuesta me ha recordado a Brienne cuando matan a Renly, defendiendo su honor cuando los demas la culpaban.

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  4. Ortuñada, te acabarán fichando en La Masía para que des charlas sobre 'valors'. Estoy de acuerdo con tu conclusión pero con matices. El caso del perro es bastante extremo, es traicionarse a sí mismo por un plato de lentejas (casi literal). Pero ese buenismo debe dejar margen al pragmatismo en otras ocasiones en que vulnerar el código no suponga una lesión de tal calibre en tu honor. Entre "estar apaleado y satisfecho" o "saciado y desleal" hay un término medio al que, como siempre, es mejor agarrarse.

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  5. "Cuando todo el mundo es malo y van a pensar que tú también lo eres ¿lo mejor es serlo realmente y sacar algo de provecho?"

    En esos momento es donde se da cuenta uno de qué palo es. Pero tampoco hay que agobiarse, no siempre la elección será fruto de una disyuntiva tan esclarecedora y siempre podemos errar, recapacitar, asumir la culpa,perdonarnos a nosotros mismos y progresar. En cualquier caso lo correcto sería obrar estoicamente y soportar el peso de nuestra defensa hasta el final, pese a que los ojos que nos miran se han entrecerrado fruto de la desconfianza.


    El título ni "punch" ni leches...el punch fue lo de "puestos a ser una mierda, mejor ser una mierda leída"

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  6. Hace poco leí "Claudio el Dios y su esposa Mesalina", la segunda parte de "Yo, Claudio" de Robert Graves, y recuerdo haber subrayado el pasaje del perro de Femón. Pienso que la dignidad que le construye a uno mismo como persona pasa por asumir cosas opuestas al interés más primitivo, supongo que ahí es donde residen las virtudes, y lo justo, lo ecuánime, y lo leal es que el perro de Femón no hubiese comido nada de esa carne, al hacerlo se ponía a la altura del bandidaje de los otros perros.

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Gracias por dejar tu opinión, quizás me ayude a ver las cosas de otro modo...o no.